Carlos González, pediatra: «No hay que enseñar a los niños a comer de todo, hay que enseñarles a comer de casi nada»
El pediatra, referencia en divulgación, asegura que «la mayoría de las cosas que venden hoy en día en el supermercado ni siquiera merecen el nombre de comida»
Carlos González es padre de tres hijos, abuelo de cinco nietos y uno de los pediatras más reconocidos de nuestro país. Al buscar su nombre en cualquier red social aparecen multitud de vídeos hablando sobre crianza, alimentación y lactancia. Y no solo en España, también en muchos puntos de Europa y América Latina. De hecho, ha publicado nueve libros que han sido traducidos a multitud de idiomas. Con todo, después de tantos años divulgando, confiesa que «llevo mucho tiempo diciendo más o menos las mismas cosas y no sé si alguien ha cambiado de opinión por haber oído cosas que he dicho, me imagino que habrá de todo».
—Uno de los temas que más trata es la alimentación. ¿Hay que enseñar a los niños a comer de todo?
—No, por supuesto que no. La mayoría de las cosas que venden hoy en día en el supermercado ni siquiera merecen el nombre de comida. Fijémonos en cualquier supermercado. ¿Cuántas estanterías se dedican a productos frescos? ¿Cuántos metros se dedican a los tomates de verdad y cuántos a los kétchup y similares? No hay que enseñar a los hijos a comer de todo, si no todo lo contrario. En todo caso, debemos enseñar a comer de casi nada. Las tentaciones para comer cosas que no deberíamos son continuas. Y por supuesto, en la televisión es casi raro que anuncien alimentos sanos. Hay mucha gente interesada en enseñar a nuestros hijos a que coman de todo lo que significa fritos, procesados y ultraprocesados.
—¿Cómo poner solución a esa realidad que comenta?
—Lo primero es tener en casa alimentos sanos y esto no deja de ser responsabilidad de los padres. «Es que el niño solo come caramelos»… ¿y quién se los ha comprado? Es deber de los padres tener comida sana en casa porque el niño lo que tiene es el derecho de comer lo que quiera. Comerá lo quiera de lo que haya en casa y eso está claro que es tu responsabilidad.
—¿Conocemos bien lo que es «comida sana»?
—Creo que no y esto no se soluciona con una entrevista. La gente no se debería de informar solo a través de redes sociales, debería recurrir a fuentes mucho más serias. Claro que habrá vídeos buenos en TikTok, pero estarán ocultos en una maraña de muchas otras cosas. Cuando hablo a los padres en una consulta de que lo importante no es hacer una comida especial para el bebé, sino que ellos coman sano y de esa forma él pueda comer lo mismo desde los seis meses, me encuentro mucha gente que contesta: «Sí, si nosotros comemos muy sano, sin colorantes ni conservantes». Y yo pienso: «Pero si los colorantes y conservantes es casi lo más sano que comes…». Todo lo que tiene la E, que por cierto es de Europa y no de España, quiere decir que un organismo serio, responsable e informado ha dicho que, a determinadas dosis, se puede poner en la comida, que no es peligrosa. El problema no son los colorantes y conservantes, es la pasada de sal y azúcar que estamos comiendo. Al igual que la falta de fibra, legumbres, frutas y verduras. Y mucha gente se cree que si el ultraprocesado en cuestión es bio o kilómetro cero, con eso ya lo hemos arreglado. No, no se trata de eso.
—¿Cómo conseguir que los niños no rechacen la fruta y verdura?
—Lo principal es dejarles en paz. Una vez me dijo una mamá: «Es que lo he probado todo de mil maneras y no come la fruta». Me lo han dicho varias veces con bebés de siete meses. Pero si solo lleva un mes y me dice que ya ha probado mil formas. ¿No será que el niño ya está mareado? Es una especie de impaciencia tremenda provocada, en cierta parte, por algunos sanitarios que todavía están diciendo que deben de comer tantos gramos de esto y tantos de aquello. Da la impresión de que eso sea obligatorio y que si no se lo come al niño le va a pasar algo. Por eso los padres lo intentan por todos los medios. Cuando lo normal es que los niños un día chupan un poco esto, otro día un poco de lo otro y así van comiendo. No se puede esperar que el niño se coma un plato de comida el primer día que se lo dan.
—¿Sus gustos van cambiando?
—La mayoría de los bebés de menos de un año comen de todo. Habitualmente, muy poca cantidad. Recordemos que el problema de los bebés es que, si te descuidas, comen hasta papel de periódico. Por eso, un niño que come papel y arena también es capaz de comer verdura y pescado. A partir de los doce meses, año y poco, es cuando empiezan a ser más selectivos, pero la mayoría tiene gustos bastante similares. Les gusta el arroz con tomate, los macarrones, el pollo, las patatas fritas y poco las verduras. La fruta un poco más, porque está dulce. Pero no tiene importancia y son cambios que se van produciendo a lo largo de la vida. Ahora bien, dejarle en paz no quiere decir que le tienes que hacer macarrones cada día. Ahora, hay que saber que es posible que el día que los haya el niño coma un poco más y se quede contento, y el que haya garbanzos o acelgas, coma poco y ponga mala cara. Y no pasa nada.
—Entonces no hay que insistir para que coman.
—No, porque no vas a insistir para que se coma los macarrones y mucho menos que se coma el helado o el pastel, porque lo va a hacer seguro. ¿Con qué vas a insistir? Con las cosas que no les gustan. ¿Con cuáles vas a insistir más? Con las que no le gustan pero además tu sabes que son sanas. Resultado: la verdura, que al principio le gustaba poco, al cabo de unos meses o años la odia a muerte porque cada vez que la hay mis padres se ponen insoportables. En cambio, los macarrones que al principio me gustaban, ahora los adoro con locura porque es lo único que me dejan comer tranquilo.
—Se muestra crítico con darles premios o castigos en estos casos, ¿por qué?
—Hay estudios científicos que confirman que los premios y castigos no modifican la conducta, ni en niños ni en adultos. Por lo tanto, no sirven para educar. Pero hay un problema especial con el asunto de la comida. Nunca le vas a decir a tu hijo: «Si eres bueno y te acabas todo el helado de chocolate te daré verdura». Siempre es: «Si te acabas la verdura te daré chocolate». Con lo cual, lo que le estás diciendo es: «Hay alimentos como la verdura que nadie se comería si no le dieran un premio. En cambio hay otros como el helado, el pastel o el flan que son tan buenos que eso es el premio». Si su misma madre le dice que el chocolate es mejor que la verdura, ¿qué va a comer el niño? Y eso implica que algunos alimentos no van supeditados o condicionados a otros.
—¿En qué sentido?
—Imaginemos, de primero has puesto una ensalada y de segundo pollo con arroz. Hay niños que comerán solo arroz y otros que no comerán nada. Ahora bien, si de postre hay un pastel, el niño tiene derecho a un trozo. No se le puede decir que como no ha comido tal cosa, se queda sin él. Por eso lo mejor es, la mayoría de los días, no poner eso, sino fruta.
—¿Cómo gestionar una rabieta?
—Con paciencia y siendo conscientes de que el niño lo está pasando mal. No es cierto que un niño con una rabieta esté fingiendo. Si un niño que estuviera feliz fuera capaz de pensar que para conseguir un caramelo lo mejor es cogerse una rabieta, tirarse por el suelo y estar veinte minutos gritando y pataleando… No pierdas el tiempo en intentar educarlo, te vas a Hollywood y os hacéis ricos. Los niños que tienen una rabieta no están fingiendo, lo están pasando realmente mal. Lo están haciendo por una cosa que a ti no te parece para tanto, pero al revés también se da esa situación. He visto gente adulta llorando porque su equipo de fútbol favorito ha perdido un partido. Cuéntale eso a un niño de dos años. A ti te preocupan unas cosas, a tu hijo otras. Lo que necesita es el apoyo de sus padres. ¿Cómo? Pues cada cual conoce a su hijo y podrá saber de qué manera se le puede consolar o se le pasará antes.
—Afirma que los niños de hoy en día son los menos consentidos, cuando en realidad, se suele pensar lo contrario.
—Y es mentira. Aquí el problema es: ¿a qué llamamos consentido? Yo no fui a la escuela hasta los cinco años. Hoy en día, la mayoría de los niños españoles están escolarizados antes de cumplir uno. Yo no me quedé a comer en la escuela jamás, la primera vez que comí en un centro educativo ya estaba en la universidad. Hoy en día, muchos niños comen en la guardería con menos de un año. Los niños quieren estar con sus padres. Es decir, cuando un niño de dos años llora a medianoche no está pidiendo ni un helado, ni una bicicleta ni una videoconsola. Está pidiendo que vayan sus papás. Y eso es lo que más les falta. Nunca antes hubo tantos niños en España que pasaran tantas horas al día separados de sus padres desde tan pequeños.
—Un nuevo factor que entra en juego a día de hoy en la crianza de los niños es el tiempo que pasan delante de pantallas. ¿Cómo protegerlos de ellas?
—Buf, con dificultad, porque también hay padres muy enganchados. Hay un estudio científico que asegura que los padres que pasan más horas al día viendo la televisión hablan menos con sus hijos y les riñen o castigan más. Sobre eso casi ni hablamos. Cada vez que se menciona el tema, parece que la única preocupación es si el niño ve o no la pantalla y cuántas horas le dejamos y a qué edad le compramos el móvil. No, perdón. Hay otro problema que es previo: apaga tú el móvil, la tele y haz caso de tu hijo.
—Siempre acaba llegando el momento de comprarle un móvil a un niño, ¿cuál diría que sería la edad más idónea para hacerlo?
—Últimamente parece que hay una especie de acuerdo de intentar retrasarlo hasta los 16. Supongo que es lo más adecuado, simplemente porque si existe una especie de acuerdo social, es lo que va a resultar más sencillo de mantener. El problema siempre suele ser que sus compañeros tienen móvil y él no. Y la sociedad, normalmente, va encontrando acuerdos para este tipo de cosas. Tu hijo de quince años jamás va a llegar a casa diciendo que a todos los de su clase les dan whisky y a él no. Puede que se lo tome alguno, pero desde luego, sin permiso de sus padres. Tenemos un acuerdo social bastante fuerte de que los menores de edad no deben fumar ni beber alcohol, pero no hemos desarrollado todavía, porque son cosas nuevas, un acuerdo social sobre el uso de las pantallas. Y al ritmo que cambia la tecnología, es probable que cuando tengamos un acuerdo sobre esas cosas, ya habrán salido otras.
Cinthya Martínez Lorenzo