Hay lugares que, sencillamente, merecerían estar almacenados en la mente de los viajeros perpetuamente para cuando se piensa en una próxima escapada. Cataluña, siempre tan sorprendente y tan bonita, es una que nosotros no nos podemos sacar de las nuestras. Una comunidad que, más allá de contar con algunos de los pueblos más bonitos del mundo, tiene también una fuerte tradición vitivinícola que nos sigue sorprendiendo con lugares que no parecen de este mundo. 

Y es que, aunque muchas veces nuestras mentes se van hasta la parte norte de España cuando pensamos en vino, hay que saber que estos caldos también son una parte integral de la cultura en Cataluña, que cuenta con una rica tradición que se remonta a los tiempos de los romanos. Tanto es así que cuenta con, nada más y nada menos, 11 Denominaciones de Origen entre sus fronteras: Alella, Catalunya, Conca de Barberà, Costers del Segre, Empordà, Montsant, Penedès, Pla de Bages, Priorat (DOQ), Tarragona y Terra Alta. 

Pero hay una de estas denominaciones que esconde uno de los secretos mejores guardados en el mundo del vino, y es la Denominación de Origen Pla del Bages, el lugar en el que se esconden los curiosos ‘castillos del vino’. Una DO que surge de la zona del Bages, una comarca interior situada en el centro de Cataluña a la que tendremos que dirigir nuestras miras para sorprendernos con un lugar Patrimonio de la Humanidad por la Unesco. 

Pero, antes, es necesario conocer como es esta tierra que tiene un clima mediterráneo continental y un cuelo calcáreo y arcilloso. O lo que es lo mismo: es una zona que se caracteriza por una notable amplitud térmica entre el día y la noche, y eso en unión con sus tierras favorecen una maduración óptima de las uvas. 

Esta zona desconocida para muchos fue durante mucho tiempo una región vitivinícola prominente en Cataluña. Y su importancia histórica es fácil de medir cuando sabemos que la producción de vino fue tan relevante en la zona que, en el siglo XIX, casi toda la comarca estaba dedicada únicamente a los viñedos. Es aquí donde nos encontramos con lo que se ha llamado los ‘castillos del vino’, reconocidos como Patrimonio de la UNESCO desde 2018 y una de las visitas imprescindibles si eres un amante del vino. 

Uno de los secretos mejor guardados de Cataluña, una sorpresa en medio de la naturaleza o, popularmente, los castillos del vino. Pero, lo cierto, es que estamos ante las Tinas del Valle del Flequer, situadas en la orilla del torrente del Flequer en el municipio de Vilomara y Roquefort. 

Unas tinas que están consideradas una de las grandes joyas del valioso patrimonio rural de la zona y de un legado excepcional de la época de la fiebre del oro de la vid en el Bages. Para entenderlo tenemos que remontarnos a una época que se comprende entre los años 1860 y 1890, cuando la plaga de filoxera arrasó con toda la viña francesa disparando la demanda de vinos en España. Esto llevó a los agricultores del Bages a plantar viñas por todas partes para aprovechar su momento de auge, creando un nuevo paisaje en la zona estructurado en bancales de piedra seca y barracas de viña. 

De esta época de esplendor queda lo que vemos hoy: unas tinas a pie de viña cuyo estado de conservación sigue impresionando a los que se cruzan con ellas. Y es por su disposición, a veces una encima de otra, las que las ha llevado a ser conocidas como los “castillos del vino de Cataluña” y a ser reconocidas como Patrimonio Inmaterial de la Unesco desde 2018. Una declaración que viene dada por el arte de la piedra seca. 

Estas tinas se encuentran diseminadas por el paisaje y tenían una clara función: era el lugar para prensar y depositar la uva a la espera de la fermentación. O lo que es lo mismo: era y es el origen de los vinos de la DO Pla del Bages. Ahora son mucho más: son una clara declaración de intenciones de que en España tenemos algunos de los lugares, vitivinícolamente hablando, más interesantes del mundo.