Politics

Ganó Trump, ¿y ahora qué?

Donald Trump regresa a la presidencia de los EEUU luego de ganar holgadamente las elecciones. El resultado determinará el rumbo futuro del país y su impacto global en términos geopolíticos y económicos. ¿Qué puede esperar argentina?

Eduardo Lucita *

Las elecciones más confrontativas de que se tenga memoria se convirtieron en el hecho político más destacado del último trimestre del año. La dureza de la disputa, que fue creciendo a medida que avanzaba la campaña, hizo evidente el quiebre de consensos básicos en la sociedad estadounidense.

Contexto global.

El tablero mundial en que se desenvolvieron los comicios muestra un mundo bajo serios riesgos geopolíticos junto con una economía que se mantiene estable pero con bajas tasas de crecimiento. La gobernanza está garantizada hasta ahora por el G2 (EEUU / China) pero comienzan a pesar otros jugadores: Rusia, Brasil, India. Guerras que amenazan extenderse, sociedades partidas casi por mitades, con serios riesgos de confrontación interna (la estadounidense en primer lugar), el avance de las ultraderechas, que hegemonizan a las derechas clásicas y conservadoras y que el triunfo de Trump fortalecerá. Todo pone en cuestión el régimen de la democracia liberal y estimula la conflictividad social.

Ejes del debate.

Los ejes del debate recorrieron temas que cruzan la historia del país, entre ellos la inmigración y el derecho al aborto, las políticas de género, la vigencia de los derechos civiles y la política exterior. Pero lo determinante fue la situación económica y la carestía de la vida. Estos debates se dieron en el marco de una profunda grieta ideológica de divide al país en dos, que amenaza convertirse en un dato estructural de la política norteamericana.

Por debajo de esas discusiones se desenvuelve una disputa cultural entre los demócratas y el “trumpismo”. Lo que estaba en juego era la futura orientación del país y su impacto global en un mundo menos globalizado y más inestable.

De las diversas declaraciones de Donald Trump se desprende que bajo la administración Biden EEUU ha perdido presencia y poder internacional mientras que habría dejado un vacío en la política interna. La orientación del nuevo gobierno entonces se desenvolvería 1) tratando de resolver el endeudamiento público y recuperando la capacidad industrial estadounidense, con lo que recuperaría poder político interno, 2) reponer a EEUU como potencia hegemónica mundial, luego del debilitamiento geopolítico de los últimos cuatro años, 3) poner fin a la guerra de Ucrania y 4) desde ese poder recuperado lograr un acuerdo estratégico con China.

Solo dio algunas pistas para el primer punto. Imponer un arancel generalizado del 10% a todas las importaciones y de un 60% a los vehículos eléctricos chinos fabricados en México. Lo recaudado sería para pagar la deuda pública, que ya alcanza al 122% del PBI y que crece más que lo que crece el producto. Con esto reducir el déficit fiscal, producto de la deuda, que es del orden del 7.5% del PBI. El resultado general sería una revalorización del dólar “principal instrumento de poder de EEUU en el mundo” y un escudo protector para la industria nacional. En paralelo volver a rebajar los impuestos a las grandes corporaciones.

¿Y América Latina?

Si algo estuvo ausente en la campaña y sobre todo en los debates ha sido América Latina. Ni una sola referencia al patio trasero del imperio. Es que nuestra región, con excepción de México y Brasil, no es prioridad para el imperio estadounidense. Sus preocupaciones están en Medio Oriente, en la guerra Ruso-Ucraniana, en el mar del Sur de la China y en las relaciones con la otra gran potencia mundial: la República Popular.

El imperio del norte ya no tiene un plan global para la región como fueron en su momento La Alianza para el Progreso, el Área de Libre Comercio para las Américas o la recientemente frustrada Cumbre de las Américas. En su actual estado de fragmentación la región no tiene peso en términos geopolíticos, pero sí cuentan los enormes reservorios de recursos naturales (biodiversidad, hidrocarburos, agua potable, minerales críticos) que son disputados por las grandes potencias. EEUU está interesado en ellos y en bloquear el acceso de China a su explotación.

Sin embargo nuestro país podría tener ventajas aún con diferencias entre los dos presidentes. Milei promueve el libre comercio mientras Trump es proteccionista, aunque ambos protegen la tasa de ganancia y la acumulación de las grandes corporaciones, discrepan en la valoración de Zelenski y Putin, aunque comparten la crítica radical a la Venezuela de Maduro y un discurso contra la clase política (anti casta, anti establishment), mientras que en política internacional Argentina ha declarado su alianza incondicional con EEUU e Israel.

Por otra parte Milei ha adaptado la consigna trumpista con “Hagamos grande a Argentina otra vez”, mientras que Trump elogió el “trabajo fantástico de Milei respecto al ajuste y la baja de la inflación”. Ambos cultivan una estrecha relación con el magnate Elon Musk que puso cuantiosos fondos al servicio de la campaña republicana.

¿Alcanza todo esto para que el programa económico de Milei-Caputo logre el financiamiento adicional para levantar los controles cambiarios? Por ahora todo es euforia financiera, en el próximo verano lo sabremos.

* Integrante de EDI (Economistas de Izquierda).

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