El Real Madrid ha perdido dos encuentros consecutivos en casa, ante el Barça y el Milan, y arde el Bernabéu. La imagen dada esta temporada por el equipo es pobre, lejos de su mejor versión y a años luz de las expectativas tras la incorporación de Mbappé. El francés está, hoy, en el ojo del huracán de las críticas. Sus ocho goles y dos asistencias en 15 partidos parecen pocos porque, por su trayectoria en el PSG (256 goles en 308 encuentros), esperaban mucho más. Más aún cuando el jugador prometía, en círculos privados, que llegaría a los 50 tantos. Las críticas van hacia él cuando el equipo se ha quedado sin su brújula – Toni Kroos–, Tchouámeni no ha dado el paso adelante, Modric tiene ya 39, Bellingham no se parece en nada al megagoleador del año pasado, Ancelotti se ha hecho un lío con las suplencias de Rodrygo, el equipo tiene la barriga llena y la alineación empieza sin Courtois y Carvajal, dos líderes del grupo ahora lesionados.
Pero “el lastre” es solo Mbappé. Así se dice y se escribe hasta la saciedad, mientras Vinicius, con sus obsesiones, parece intocable. El malo de Mbappé vio como Iñaki Peña le paraba dos uno contra uno y el VAR le anulaba dos goles por fuera de juego al límite. El milanista Maignan le arruinó otras dos ocasiones en Champions. Solo que hubiese metido la mitad de esos seis goles, hoy Kylian tendría portadas y una campaña para el próximo Balón de Oro. Mal que nos pese a los culés, ya marcará. Alguien que mete un hat-trick en la final de un Mundial, es un “killer” insaciable. ¿Que está angustiado por lo de Estocolmo? Seguro. ¿Que no defiende? No hacia falta ver el documental de Luis Enrique para saber que su sacrificio defensivo para el equipo es mínimo. Nada nuevo.