Durante una década, Tom Bowey consumió bebidas azucaradas todos los días. Aunque su adicción afectó su economía, no fue suficiente para hacerlo detenerse.

Tom Bowey es un hombre británico de 42 años conocido por sus amigos como “Dr. Pepper Man” debido a su adicción a la gaseosa. Durante una década, su consumo diario bordeó los cinco litros, una cantidad exorbitante que no solo afectaba su salud, sino también su bolsillo. Gastaba alrededor de 250 libras (322 dólares) al mes en refrescos, una suma que, a pesar de generarle preocupación, no era suficiente para hacerlo detenerse.

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Con el paso del tiempo, su salud empezó a verse seriamente afectada. El sentirse agotado por las mañanas, presentar dolores de cabeza persistentes, subir de peso, no poder dormir y sus problemas dentales lo convencieron de cambiar sus hábitos.

“Durante un tiempo mis dientes no estaban tan mal, pero luego fui al dentista y me dijo que el nivel de erosión ácida era similar al que esperaría en una persona de 70 años”, declaró el hombre, según consignó el medio Daily Mail.

“Tengo básicamente los dientes de un jubilado.  Además, me sentía muy hinchado todo el tiempo. Cuando bebes azúcar, engordas mucho”, agregó.

Gracias a la hipnoterapia, Bowey logró vencer su adicción a los refrescos. Según contó, una sola sesión bastó para que dejara este tipo de bebidas.

En la actualidad, bebe varios litros de agua al día y ha visto beneficios en su salud. Logró bajar de peso, concibe el sueño con mayor facilidad y ya no se siente agotado por las mañanas.

Al hablar sobre su adicción a las bebidas azucaras, el padre recordó: “Comenzó con una [bebida] con el almuerzo y luego mis compañeros de trabajo y yo comenzamos a comprarnos bebidas durante el día”.

“Me los traían desde la cafetería que había cerca del trabajo. También había una máquina expendedora, así que podía entrar y cogerlos cuando quisiera”, añadió. “Antes de darme cuenta, eso era todo lo que estaba bebiendo y luego dejé de beber agua por completo”.

Bowey asegura que la gaseosa llegó a estar presente en prácticamente todo su día a día. “Me tomaba el primero apenas me despertaba y siempre llevaba conmigo una lata también para el viaje al trabajo”, contó.

“Compraba dos botellas antes de llegar al trabajo en la tienda por la mañana y luego tomaba otras dos por la tarde”, agregó. “Luego, cuando llegaba a casa, bebía más durante la noche antes de irme a la cama”.

Sus hijos resultaron ser el principal motivo por el que decidió cambiar su vida. En cierto momento, su hija empezó a pedir Coca Cola con frecuencia, algo que Bowey decidió cortar de raíz.

“Si estoy sentado allí bebiendo todo el día, en algún momento dirán: ‘si ustedes pueden beberlo todo el tiempo, ¿por qué nosotros no?”, reflexionó.

Ahora, su situación es totalmente diferente. Asegura que ni siquiera mira las gaseosas y no le tientan en lo más mínimo.

“He cambiado a los refrescos cordiales, pongo un poco en mi botella de agua. Estoy bebiendo mucha agua ahora, me siento mucho mejor”, afirma. “La ropa de talla grande ahora me queda grande así que tengo que comprar talla mediana”.

Cuáles son las consecuencias de consumir bebidas azucaras en exceso

La Organización Mundial de la Salud (OMS) advierte sobre los graves riesgos asociados al consumo excesivo de bebidas azucaradas. Estas bebidas, ricas en calorías vacías y azúcares añadidos, son vinculadas a una amplia gama de problemas de salud, especialmente cuando se consumen de forma regular.

En primer lugar, el consumo excesivo de bebidas azucaradas es un factor de riesgo importante para la obesidad. El exceso de calorías provenientes de estas bebidas contribuye al aumento de peso y a la acumulación de grasa, especialmente en la zona abdominal. La obesidad, a su vez, está asociada con un mayor riesgo de desarrollar enfermedades crónicas como diabetes tipo 2, enfermedades cardiovasculares y algunos tipos de cáncer.

Además de la obesidad, las bebidas azucaradas pueden tener otros efectos negativos en la salud. El consumo elevado de azúcar puede aumentar los niveles de triglicéridos y colesterol “malo” en la sangre, lo que aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares. También se ha asociado con un mayor riesgo de desarrollar hígado graso no alcohólico y de padecer caries.